Cada día, al salir de clase siempre intento coger la calle más larga y menos ruidosa para que me lleve a mi casa. Escojo el camino largo y recorro las calles grises de la gran ciudad. Vivo en una ciudad grande, demasiado grande, llena de edificios y coches que impiden mi libre caminar. Mira hacia la derecha que pasa un coche, camina por la otra acera que hacen obras… Si, cada día pasa a ser una aventura, pero no una de esas que imaginamos volando en cielos coloridos, si no aventuras cuotidianas que se esconden en crueles rutinas. Es difícil escapar de este laberinto machito y agobiante. Tu libre caminar se convierte en ir esquivando muros, cemento, basura y personas que huyen de su soledad.
Pero de repente sientes un no sequé dentro tuyo que te hace sonreír sin más, sientes que has descubierto un tesoro, no lo sabes explicar, ni tampoco sabes que es, pero solo sabes que es real. Te olvidas del color gris, de las malas caras, de los coches apestosos, de los edificios inaccesibles ... Muy cautelosamente escuchas ese algo que quiere salir, lo dejas fluir y sientes que una pequeña ciudad que vuelve a nacer. Una ciudad donde las casas son de colores, los arboles respiran y los jóvenes cenan en medio de la calle. Esta ciudad te deja soñar, te deja imaginar aquellos cielos coloridos que tanto de menos echabas. Cada día, cuando salgo de clase y vuelvo andando hacia mi casa, busco esta pequeña ciudad escondida en los rincones de la cultura de esta gran sociedad.E.
Eulalia m'agrada molt, qe guai mai havia llegit res teu! del millor qe m'ha donat aquest blog es de llegir escrits de gent qe encara no havia tingut oportunitat.
ResponEliminaaquest text te una dolçor especial ja qe em sento part del paisatge dinàmic que forma la teva petita ciutat, encantadora percert
(sóc el jordi!)
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